domingo, 12 de abril de 2015

La cara oscura de lo fabuloso.

Las multinacionales invierten millones en el cuidado de sus marcas, en vez de gastarlo en las condiciones de su producción. Como consecuencia, surgen relaciones laborales lamentables, de extrema pobreza e incluso violaciones a los derechos humanos. Todo está vinculado al sector publicitario. Aquellas empresas que cumplan con los objetivos de competitividad, responsabilidad social y orientación ecológica serán unas empresas justas.

El valor de una empresa puede aumentarse si está dispuesta a asumir también una responsabilidad social, aunque su máxima preocupación es la apariencia de su imagen con la finalidad de vender su producto.

Nike, la firma norteamericana deportiva creada por Phil Knight, tenía a niños paquistaníes cosiendo el logo de Nike en unas rudimentarias condiciones. En 1997 se produjo en Nueva York una verdadera catástrofe para las relaciones públicas de Nike. El asistente social Mike Gitelson quien tenía a su cargo a jóvenes del Bronx, anunció que a Nike le costaba fabricar solo 5 dólares por zapatilla y que los trabajadores de Indonesia ganaban 2 dólares por la producción. La empresa Nike para sacar beneficios vende dichas zapatillas a unos 100-180 dólares, por este precio se consume este producto en países desarrollados. Los jóvenes del Bronx se rebelaron y solicitaban que el dinero les fuera devuelto además de comunicar a los medios de comunicación: “Nike, nosotros te hicimos. Y también podemos aniquilarte”. 
Estos jóvenes lograron una mayor repercusión que cientos de organizaciones de derechos humanos. Como consecuencia, Nike llevó a cabo reformas pero esto no cambió radicalmente ya que tanto como Nike y otras multinacionales no están dispuestas a pagar salarios adecuados a los países pobres, prefieren una mano de obra barata con unas condiciones pésimas.


Otra de las empresas beneficiadas por la sociedad de consumo que también recibió críticas sobre la explotación infantil fue Ikea. Aunque financie proyectos de UNICEF esto no significa que no trabajen niños en la fábrica de sus productos, y que las condiciones laborales sean lamentables y peligrosas en cuanto a su desarrollo corporal, espiritual o emocional. Sin embargo, lo más destacado es la explotación sexual junto con la esclavitud. 

Las inversiones en los países pobres son vitales,  pero deben estar controladas por organizaciones civiles independientes, de lo contrario, la ganancia obtenida a partir de la pobreza hundirá a estos países en una miseria cada vez mayor. No se trata de que las corporaciones retiren sus inversiones de los países más pobres, sino que utilicen su poder para garantizarles un estándar de vida digno a aquellos que son la fuente de sus ganancias.